Por Camila Torrilla Zuffanti, de la Redacción de Baires Centro.
Son las 18:30 del viernes 26 de noviembre, las organizadoras del Festival contra la Violencia hacia las mujeres pegan los últimos carteles en el vagón de La Laguna. Se encienden las luces y una bandera en el fondo del escenario cita «Todas las mujeres contra todas las violencias» en violeta.
La Dirección de Género y Diversidad de la Municipalidad regala pañuelos violetas, para que el público y las invitadas participen con el distintivo en la muñeca. Un violeta que acompaña cada 8 de marzo y 3 de junio.
Las carpas de las microemprendedoras están armadas, una pequeña pero poderosa multitud espera ansiosa, las banderas y carteles en la parte de abajo del escenario que acompañan la lucha: la bandera del orgullo LGBTIQ+, la bandera del orgullo Trans, un cartel que pregunta «¿Dónde está Tehuel?», las banderas de Envión y Marea y en el centro la más grande y significativa del día: «Ni Una Menos».
El vagón empapelado con los cientos de femicidios cometidos sólo en lo que va del año, pero reversionado: en los medios masivos de comunicación el nombre y la foto que cobra importancia es la de la víctima, ocultando y protegiendo el nombre del principal sospechoso o incluso el responsable del femicidio. Esta vez en el vagón los nombres que están para ser visibilizados son los de ellos, los femicidas. Ya no más ocultar ni proteger.
Sí, fue un acto político. No hay mucho debate al respecto, pero es eso lo que tiene la política: hay momentos, muy raros y especiales, donde logra hermanarnos en una lucha. Donde todas las diferencias quedan a un lado y nos encontramos abrazadas gritando y llorando juntas.
El feminismo llegó a nuestras tierras para quedarse y no tiene que dar miedo o resentimiento. El feminismo es lo que se vivió este viernes cuando la Voulet, Taty Scarponi y Viviana Luna cantaban abrazadas una canción de fiesta y de lucha.
Amigas, hijas y madres en un mismo lugar sintiendo y gritando lo mismo. Niñas que iban desde los 8 a los 16 años bailando con un pañuelo en la muñeca y levantándolo con el puño en alto, artistas que con lágrimas en los ojos honran con su canto a quienes luchan todos los días por un mundo más justo, más igualitario.
El final, un broche de oro. Se entregaron hojas entre las presentes: mujeres grandes, niñas, adolescentes. Todas cantaron el himno de Vivir Quintana «Canción sin miedo» (una versión de Rocío Quirós, adaptada con los nombres y las luchas nacionales). Una canción que me sacude las entrañas y brota por los ojos en forma de lágrimas.
Todas, TODAS cantando. Algunas en el escenario, otras abajo, algunas con micrófono, otras tímidas a un costado, algunas de la mano de sus compañeros otras a lado de sus madres, de sus amigas, de sus hermanas de militancia. Todas hasta las lágrimas y con la voz quebrada cantaban a fuerza de pulmón: «hoy a las mujeres nos quitan la calma. Nos sembraron miedo, nos crecieron alas».
No sé lo que piensan que es el feminismo, pero entre el dolor de sentir que hoy nos arrancaron del abrazo a algunas de las nuestras y la bronca que genera esta violencia sistemática y opresora les digo: ¡gracias hermanas por traer la lucha a estos pagos y vestirla de fiesta popular!