Si bien encontrar escuelas que eduquen con estrategias de inclusión es un tema que preocupa a muchos papás a lo largo de todo el país, este artículo se centra en las dificultades que aparecen en los pueblos del interior, especialmente en lo relacionado con salud mental, y el desconocimiento de los derechos que tienen los alumnos con una condición o patología, que requiere una atención diferente.
La falta de capacitación para poder llevar adelante una educación inclusiva, queda en evidencia cuando muchas madres y padres recurren una y otra vez a las escuelas pidiendo que sean flexibles, que entiendan la situación individual de cada niño, que se dejen ayudar y escuchen a terapeutas y profesionales que tienen todas las herramientas y pueden guiarlos para llevar adelante una mejor estadía de los chicos o chicas que necesitan de un programa de educación inclusiva.
La negación es una constante con las que se enfrentan las familias que luchan desde que sus hijos son escolarizados. Incluso con acompañantes terapéuticos que “facilitan” la tarea de los docentes, las escuelas se resisten. En lugar de ver a estos profesionales como aliados, los miran como bichos raros que vienen a ocupar un rol que molesta, porque proponen nuevas estrategias, y según la condición de su paciente, exigen que la escuela cumpla con pautas de inclusión.
No todos tienen las mismas necesidades
Desde hace un tiempo se empezó a visibilizar mucho más la importancia de atender la salud mental. Post pandemia muchos chicos al regresar a las escuelas lo hicieron con diagnósticos de ansiedad, hiperactividad, trastornos de sueño, de conducta, depresión. Muchos pasaron de primaria a secundaria desde la virtualidad, y lo que era un “seño” hoy se convirtió en “profe”, sin que ellos sepan aún la diferencia.
Adaptarse a una presencialidad plena, sumado a su condición, genera que muchos chicos aún estén intentando volver a comprender la importancia de asistir a la escuela. Y agregar a eso el rechazo de los docentes que no entienden que ese niño o niña tiene una necesidad especial, hace que la adaptación y el estar en la institución sea una frustración, tanto para el niño o adolescente, como para las familias. Familias que fuera de la escuela se ocupan de llevarlos a terapias, de acompañarlos en las actividades que les hacen bien, de capacitarse, de buscar información (que muchas veces los directivos y docentes rechazan) para acercar a la escuela a fin de brindarles herramientas que les faciliten la tarea con esos chicos.
“En una escuela inclusiva todo el alumnado debe sentirse valorado, respetado, incluido y escuchado, lo que implica desarrollar formas flexibles de aprendizaje, crear entornos participativos en las aulas, depositar grandes expectativas en todas las personas y permitir diferentes formas de cumplirlas” dicen desde Por Una Educación Inclusiva, el sitio que brinda información sobre los obstáculos que niños, niñas y jóvenes con discapacidad enfrentan en la escuela y sobre las herramientas que pueden utilizarse para reclamar el efectivo cumplimiento del derecho a la educación inclusiva.
El Proyecto Pedagógico Individual (PPI) es una herramienta en la que deben plasmarse las diferentes estrategias educativas diseñadas para garantizar la inclusión del/de la estudiante con discapacidad que lo precise. “No todas las personas con discapacidad necesitan PPI” aclaran desde la página.
Salud mental y educación
La salud mental es un estado de bienestar psicológico y emocional que permite al sujeto emplear sus habilidades mentales, sociales y sentimentales para desempeñarse con éxito en las interacciones cotidianas. La educación es el proceso de facilitar el aprendizaje en todas partes.
La salud mental es un elemento necesario en la práctica educativa. Un modelo de educación que incorpore la salud mental en el diseño de estrategias didácticas y actividades educativas, contribuirá notablemente con el bienestar emocional de los estudiantes, facilitando el buen desempeño estudiantil.
Testimonios de padres
Hablando con mamás y papás de la zona, y sumando testimonios presentados por UNICEF en su Análisis y guía para una mejor implementación de la resolución 311, nos encontramos que tienen las mismas inquietudes y se encuentran con las mismas situaciones. Todos quieren ayudar a las escuelas, visibilizar las diferentes condiciones, que haya mayor apertura e interés desde las instituciones. Hasta hoy, sólo se encuentran con trabas.
“Hay mucho para hacer en educación, somos muchas las mamás que nos juntamos porque creemos que falta muchísimo en educación inclusiva. La educación inclusiva es la base de una sociedad inclusiva”.
“En las capacitaciones que se realizan en el distrito siempre nos encontramos con las mismas caras, los mismos docentes, y no sabemos cómo hacer para que se interesen”.
“En el Jardín al que asiste mi hijo le hacen la vida imposible a su acompañante terapéutica, le exigen que esté pegada a mi hijo con TEA y formen una burbuja, cuando lo que él necesita es todo lo contrario. Debe ser incluido con sus compañeros y ella estar para asistirlo”.
“Desde la escuela me llamaban todo el tiempo diciendo que no podían trabajar con mi hija adolescente (tiene TDHA), la ven como una caprichosa y manipuladora, cuando en realidad tienen una condición mental que hace que no pueda cumplir con todo lo que le piden, no porque no quiera, sino porque no puede. Le puse un acompañante terapéutico y desde ese día creen que mi hija ya no debe ir sola al baño o salir a pedir algo a un preceptor (cuando siempre pudo hacerlo sola). ¿Por qué?, porque no se interesaron en conocer cuál es el rol de un acompañante, al cual no le sacan los ojos de encima y les fastidia su presencia, porque propone maneras de trabajar que ante el desconocimiento, terminan resultando molestas”.
“El desconocimiento y quedar expuestos porque no tienen herramientas, genera una gran resistencia a escuchar a los especialistas. Muchas veces es más fácil decir “ese chico o esa chica es un caprichoso, un vago o un manipulador”, en vez de ir más allá y preguntarse qué le pasa a ese estudiante que no puede estar sentado en un aula prestando atención más de 20 minutos”.
“Creo, según mi experiencia como mamá, que la falla está todavía en la falta de capacitación a los docentes, ya que en algunos casos no saben cómo resolver situaciones que se presentan en el aula con niños con discapacidad. En muchos casos, ante la duda de cómo manejarlos, prefieren dejar que el niño simplemente haga lo que quiera”.
Normativa
Si bien el sistema educativo argentino ha realizado significativos avances en las normativas que amplían, profundizan y consolidan los derechos de los niños, las niñas y los adolescentes, en concordancia con la Convención Internacional de los Derechos de las Personas con Discapacidad (CDPD), con la Recomendación de la Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos en el Estudio Temático sobre el Derecho de las Personas con Discapacidad a la Educación (A/HRC/25/29) y con la observación general número 4 (2016; aún son necesarias políticas públicas y, en especial, las vinculadas con la promoción de la igualdad, la inclusión y el logro educativo de todos los estudiantes.
“Durante 2016, la aprobación de la resolución 311 por parte del Consejo Federal de Educación se constituyó como un avance significativo en materia de derechos de los estudiantes con discapacidad, a partir de una construcción colectiva y federal, que implicó debatir, aunar criterios y consolidar acuerdos que propiciaran las condiciones necesarias en el sistema educativo para el acceso, la participación y el aprendizaje de dichos estudiantes.
Sin embargo, no desconocemos que aún nos encontramos en períodos de transición en los que el derecho a la educación inclusiva no se traduce en la totalidad de los contextos escolares y principalmente en la vida de los estudiantes que requieren trayectos educativos personalizados” expresan desde UNICEF Argentina.
Reconociendo que “en Argentina, todavía tenemos una deuda a saldar en lo que respecta a la escolarización de niños y adolescentes con discapacidad en escuelas comunes”.
En el país la resolución 311/16 pone énfasis en afirmar que los alumnos con discapacidad tienen el derecho a recibir en las escuelas comunes o de nivel, una educación adecuada a sus necesidades.
El grupo Artículo 24 por la Educación Inclusiva explica muy claramente en este video los derechos que reconoce la Resolución 311/16 del consejo federal de educación y los derechos que ésta reconoce a los alumnos con discapacidad y a sus familiares.
Desde Baires Centro también contactamos a las áreas de Discapacidad de los diferentes Municipios de la zona, y todas coinciden en que si realizan charlas informativas, los docentes no van, por eso se está pensando en presentar proyectos de capacitación obligatoria, en articulación con educación.
De todo lo antedicho, visibilizamos la necesidad de:
-Mayor capacitación como una de las primeras cuestiones: formar a los docentes sobre cómo trabajar con atención a la diversidad dentro del aula es fundamental para que se empiecen a implementar diferentes estrategias y programas.
– Que los recursos humanos (maestras integradoras y acompañantes terapéuticos) con los que cuentan las instituciones, sean vistos positivamente y no como interferencias.
– Mayor apertura a recibir recomendaciones con el objetivo de mejorar la práctica inclusiva.
– Modificar los planes de estudio de los profesorados actuales para incluir materias que aborden la atención a la diversidad como principio y método.
– Trabajar con los grupos de pares sobre construir un sentido de convivencia que aloje a todos.
-Aceptar las recomendaciones de los equipos externos que trabajan con los niños y adolescentes, para colaborar y trabajar entre sí, a fin de impactar positivamente en la vida de los estudiantes que requieren una inclusión.
¿Querés contarnos tu historia o experiencia?: te invitamos a escribirnos a redaccionbaires@gmail.com

