Ardiles, El Botero Gaucho que le vende a los famosos

Información general

Paseando por General Alvear, podés encontrar a Don Ardiles, uno de los boteros más reconocidos del país, que fabrica botas a medida.

La bota es elemental en la vestimenta del hombre de campo. Para trabajar, para desfilar, para uso diario, siempre la bota y la alpargata son calzados que no pueden faltar y de ahí la importancia de que sean cómodos y durables. Se suman las bombachas de campo, la faja o chumpi enroscada en la cintura y sosteniendo un largo cuchillo además de funcionar como sostén de la posición de la espalda cuando se anda a caballo, la boina o sombrero “panza de burro” -típico del rioplatense- y el poncho, que cambia de modelo y color según la región donde se vive.

La vestimenta viene modernizándose en cuanto a su confección y las telas utilizadas, pero básicamente es el mismo estilo desde hace siglos: cómoda para vivir al aire libre y dormir a campo si es necesario, durable porque las actividades así los requieren desde el amanecer hasta las primeras horas de la tarde.

En el centro geográfico de la Provincia de Buenos Aires hay un pequeño pueblo que se llama General Alvear. Allí la hora de la siesta es tranquila. Casi nadie anda en la calle y muchos negocios cierran hasta las 4 ó 5 de la tarde, porque después de almorzar se descansa para luego seguir trabajando. Casi todas las «pilchas» gauchas se fabrican en muchos de los talleres de la ciudad. Pero hay uno en particular que es reconocido en prácticamente todo el país y hacia ahí nos acercan desde Turismo de General Alvear, para conocer el oficio, uno de los más antiguos del mundo en cuanto a vestimenta se trata.

Don Ardiles espera en su taller con las puertas abiertas y el mate siempre pronto. Su oficio es el de fabricar botas de gaucho. Es uno de los boteros más reconocidos del país y le hace a medida a famosos, como el futbolista de River Paulo Díaz o Luis Landriscina.

“Mi oficio de artesano me da orgullo, es todo hecho a medida. Si no tengo la medida del pie exacta de la persona no puedo hacer unas botas. Todo se hace a mano, cocido y sin pegamento. Nosotros nos caracterizamos por hacer un contrafuerte en el talón que es de suela y sabemos que se puede desarmar y volver a armar 20 veces sin romperse. Un par de botas pesa 1 kilo 470 grs, ni más ni menos, dependiendo el cuero que se use”, detalla.

A los 11 años Ardiles jugaba con sus amigos del barrio y Don José Ramos, un portugués vecino, les regalaba restos de cueritos para fabricar unas gomeras. De niño él lo observaba fabricar botas. Muchos venían desde lejos a comprarle y, de a poco, lo fue atrapando ese arte. «Comencé a aprenderlo hasta que cuando llegó al tercer año del secundario decidí empezar a trabajar y aprender el oficio». Ramos me decía venga m´hijo, aprenda bien porque las cosas si no se hacen bien no sirven”, cuenta Ardiles .

Hoy es reconocido en todo el ambiente de las Fiestas Gauchas nacionales como uno de los mejores boteros argentinos. “Las botas me dieron todo. No dejo de agradecerle a mi Maestro porque gracias a sus botas salí a conocer el país. Él las presentaba en La Rural, le hacían pares al Chúcaro, a Los Chalchaleros, a Santiago Ayala, a Landriscina, a Roberto Moura, muchos artistas y famosos y eso me ayudó a abrir las puertas y me permite hoy representar a mi querido General Alvear. Traté de asimilar lo que él enseñaba con tanto sacrificio, yo lo miraba atento y aprendía. En la época del boca a boca era difícil que se reconociera el trabajo y él era famoso ya en aquella época. Pienso que nunca me saldrán igual que al Maestro, pero logramos -porque trabajo con parte de mi familia- fabricar una bota que es por demás artesanal, no hay máquina que valga, se hace de cualquier cuero, como becerro de vaca, avestruz y cabritilla, de ñandú -que puede llegar a pesar un kilo- o la bota de potro que sale de la pata del caballo, muy liviana y especial para los paisanos. El arte es no hacerla pesada. El zapato se hace como un descanso, el cliente se para con su peso y el zapato tiene que ser cómodo para andar todo el día. Tomo la horma, hago el molde de la caña, que es lo primero que se hace, se pega el forro y el cuero flor con un engrudo de mandioca. Corto, pongo la capellada y luego le corto el talón y la puntera de suela. La suela de esa forma siempre trabaja y nunca se reseca. Tiene una sola costura de caña. Puedo decir que he desarmado botas que hice hace 35 años y siguen igual. Me llena de placer ver la bota terminada en perfecto estado y que quede pintada, sino se desarma de nuevo y se vuelve a hacer. Recorro las grandes fiestas criollas hace muchos años. Expongo y entrego los encargos porque no vendo cosas hechas. La familia está trabajando a pleno en el taller mientras yo ando tomando pedidos. Quiero que mi hijo y sus amigos, que trabajan conmigo, me sigan la tradición. Me pasó de andar por ahí y que me digan “en Alvear hay un muy buen botero que se llama Ardiles, ¿lo conocés? y yo me río y les digo «soy yo!”.

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