Nota de opinión | ¿Quién dijo que todo está perdido? Marquitos vino a ofrecer su corazón

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Los principios y valores de Marcos Di Palma. La solidaridad, predisposión, y vocación de servicio de un hombre cuyo corazón es más grande que el camión Scania que conduce.

-Por Johan Talarico

“Ver la destrucción de toda esa ciudad, ver esos padres que perdieron a sus hijos, a la gente que perdió todo. La miré a mi mujer y le dije: Algo tenemos que hacer”. Esas fueron las primeras palabras que esbozó el popular y valiente Marcos Di Palma luego de enterarse del trágico temporal que azotó a Bahía Blanca y a las localidades vecinas de General Cerri e Ingeniero White. Su solidaridad, carisma, actitud y vocación de servicio por la patria fueron los factores movilizadores para que el arrecifeño no dudara ni un minuto y tomara la iniciativa de llevar cabo un largo viaje de un poco más de 700 kilómetros hacia la ciudad ubicada en el Sur de la provincia de Buenos Aires. El objetivo era muy claro: extenderle no sólo su mano, sino también su corazón y alma a todas las familias que lo perdieron todo como consecuencia del violento arrastre de los más de 300 milímetros de agua que cayeron en pocas horas.

A bordo de su Scania con semirremolque tipo batea, Di Palma partió desde Arrecifes, tomó la Ruta 51 y se detuvo en diferentes ciudades como Carmen de Areco, Chivilcoy, 25 de Mayo, Saladillo, Tapalqué, Azul, Benito Juárez, Adolfo González Cháves, Chillar y Tres Arroyos. En todos los lugares mencionados, los habitantes se organizaron para la colecta y la carga, aunque toda la logística perdía ritmo por la lógica razón de la presencia del ídolo popular del automovilismo argentino: lugar donde paraba, lugar donde se llevaba ovaciones, abrazos, besos, palabras de aliento, selfie de acá, selfie de allá, entrevistas para tal o cual medio, se le colgaban de los estribos y espejos del Scania; es decir, el típico cariño, acompañamiento y arenga con el cual los argentinos envolvemos a los verdaderos líderes, que sin lugar a dudas Marquitos es uno de ellos y lo ratifica día tras día, minuto a minuto, segundo a segundo.

Arriba del camión que lo tiene a él como conductor, el querido Marcos no sólo llevaba colchones, artículos de limpieza, alimentos no perecederos, ropa y muebles, llevaba algo más, tenía como cargamento lo más importante y fundamental, que es quizás lo que pinta de cuerpo entero al ser argentino, al ser nacional: cargaba en ese inmenso y robusto semirremolque batea partecitas de corazones y fracciones de alma de todos y cada uno de los habitantes de las ciudades por las cuáles pasaba.

Llevaba consigo los abrazos fraternales y cálidos de todos los argentinos que sintieron y aún sienten el dolor por todos aquellos bahienses que veían cómo el agua arrastraba el esfuerzo de décadas, años, meses, semanas y días de trabajo. Arriba de su Scania, Marquitos transportaba valores, sentimientos, principios innegociables e inquebrantables, respeto, empatía, cariño y lazos que nos unen como patriotas. Decir “Marcos Di Palma” hoy, a lo largo y a lo ancho de la República Argentina, es sinónimo de grandeza, liderazgo y correcto ejercicio del poder, y decimos poder específicamente por ese que él tiene: el de movilizar a pueblos enteros con un fin en común, que es asistir y ayudar a quienes más lo necesitan.

Marcos, en estos últimos días, generó un efecto contagio que se extendió, atravesó y removió las emociones de comunidades enteras por la provincia de Buenos Aires. Marquitos, sin lugar a dudas, fue el motor de una iniciativa, una idea, un plan que luego se replicó en muchos lugares del país. Él movió sus fichas y muchos movieron las fichas, tal cual lo hizo él. Verborrárico, carismático, enemistado con la dirigencia política, sin pelos en la lengua y con el carácter fuerte que lo caracteriza, Marcos viajó kilómetros y kilómetros hasta Bahía Blanca, nada ni nadie se detuvo para que cumpliera su meta, y si lo detuvieron es para brindarle aliento y fuerzas para que pudiera llevar cabo su travesía de un modo más llevadero. El oriundo de Arrecifes es el claro ejemplo de que lo más importante es ser buena persona, y que los principios y valores que le inculcaron desde la cuna se mantienen firmes en él hasta el día de hoy, los lleva consigo amarrados en su pecho a cualquier lugar donde dice presente; no importa el paso del tiempo, las circunstancias ni los obstáculos que presenta la vida en sí. Todos esos principios y valores, esta vez, le tocó llevarlos hasta Bahía, y no sólo los de él, sino que además transportó los de miles y miles de bonaerenses.

La canción de Fito Páez, al principio, dice: “¿Quién dijo que todo está perdido? Yo vengo a ofrecer mi corazón”. Asi las cosas, quien escribe estas líneas toma ese fragmento, piensa y se pregunta: ¿Quién dijo que todo está perdido? Si Marquitos vino a ofrecer su corazón.

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