«Tengo un muerto en el placard» y el verdadero lugar de la comedia negra

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Por Camila Torrilla Zuffanti en redacción para Baires Centro

Con un texto desopilante y unas actuaciones milimétricas, «Tengo un muerto en el placard» se destaca y hace descostillar a un público que parece no conseguir un segundo para respirar entre tanta carcajada. 

El aula de teatro de la Escuela de Educación Estética de la ciudad de 25 de Mayo, semillero de varios artistas, sede del último Festival Regional de Teatro -y sala con una infraestructura que no tiene nada que envidiarle a las del teatro porteño- trae una vez más una propuesta para los más exquisitos. Y es que sin dudas no hay otra forma de describir a «Tengo un muerto en el placard». 

Luego de agotar funciones en Capital y Córdoba, «Pasta» DioGuardi (autodefinido «veinticinqueño por adopción») acerca a sus vecinos y vecinas de 25 de Mayo este espectáculo de Guillermo Ghio sobre el texto de Daniel Dalmaroni. 

Un escenario casi minimalista con muy pocos recursos promete un espectáculo que se centra en el potencial de sus actores y sin duda no decepciona. Y es que la dupla de DioGuardi y Serre es de estas dinámicas actorales que más que centrarse en su potencial individual construyen en conjunto. Ya desde la impronta visual ese desbalance de alturas entre los dos actores tiene un dejo cómico (del que se va a hacer uso durante toda la obra, siempre con marcadas sutilezas). Son innegables las capacidades actorales de ambos y se nota el ojo clínico de Ghio puesto en este ping pong actoral que roza por momentos lo grotesco y que te sumerge en un ida y vuelta tan dinámico que una hora de función se pasa sin mirar el reloj en ningún momento.

El personaje de DioGuardi, un muchacho con una curiosa- y casi patológica- obsesión por las cuestiones espirituales, en principio relacionadas con el Gauchito Gil. Y el de Serre, el amigo que encubre un secreto sumamente oscuro, y que se va oscureciendo más a medida que transcurre la obra. 

Esta comedia negra oscila entre las charlas banales, triviales, y los momentos donde cómo espectador tenés que preguntarte «¿De qué nos estamos riendo?».

En un presente, donde la comedia en el teatro tiende a centrarse en puestas con actuaciones y temáticas costumbristas que parecen haberse quedado en «Esperando la Carroza», » Tengo un muerto en el placard » es de esas piezas raras que logra reivindicar el lugar de la comedia cómo género con una potencia discursiva inimaginable y, en ese viaje, cautivar a todo tipo de paladares. 

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