César Calluqueo desapareció en General Acha, ciudad de la provincia de La Pampa, lugar donde residía junto a su esposa Ofelia. El 10 de noviembre de 2024, salió a caminar y nunca más se supo de él.
Hoy, a un año de su desaparición, César, uno de los hijos que reside en 25 de Mayo, hizo llegar a un medio de La Pampa, la siguiente nota:

Mi nombre es Cesar Alberto Calluqueo, tengo 43 años y vengo a contarles que hace exactamente un año, mi vida cambió para siempre; entonces termine de entender que la vida no es justa, que no siempre obtenemos lo que nos merecemos (ni lo bueno ni lo malo) y que en un abrir y cerrar de ojos podemos encontramos en lugares y en situaciones totalmente desconocidas y dolorosas capaces de dejarnos impotentes y desamparados frente al mundo.
El 10 de noviembre del 2024, mi papá Cesar Mariano Calluqueo (foto adjunta), de 75 años, salió a caminar por su pueblo, General Acha ubicado en la provincia de La Pampa. Un pueblo tranquilo y sencillo, de buena gente, donde era conocido por los vecinos, cabe decir que desde hacía un tiempo sufría de demencia senil en sus primeros estadios, medicado y atendido como correspondía.
Ese domingo, luego del almuerzo, mi mamá Ofelia se acuesta un ratito a descansar y mi papá salió a caminar como lo hacía frecuentemente. Dejó sobre la mesa un mensaje escrito de puño y letra que decía textual: “Ofe salgo a caminar, vuelvo enseguida, 16 hs”.
Desde ese día no volvimos a verlo, nunca más supimos nada él. El último registro fueron algunas cámaras en distintos puntos del pueblo, por fuera del recorrido que hacía diariamente. Sólo dos personas declararon haberlo visto caminando por un camino rural conocido como ruta 9.
A las 19 horas de ese día, mi familia empieza a buscarlo y más tarde, luego de radicada la denuncia en la Comisaría a cargo del entonces Comisario David Rinaldi, se suma la policía de la localidad. Esa misma noche viajo a General Acha, ya que vivo en 25 de Mayo, provincia de Buenos Aires, y de esta manera empieza una osadía, un camino de búsqueda tan solitario como confuso y desacertado, sin protocolo real de búsqueda, sin despliegue de herramientas para la misma, sin personal capacitado y con ausencia total del Estado.

# Desprotección
Ese mismo Estado que debería protegernos, es quien nos discrimina y selecciona a quien ampara y a quien no, actuando con ausencia selectiva, yo diría ausente para la mayoría de los ciudadanos.
Así es que no sólo estábamos desesperados frente a la desaparición de mi papá, sino que tuvimos que enfrentarnos a una guerra de egos entre las instituciones que deberían haber trabajado conjuntamente y haber puesto en marcha desde el minuto cero, el protocolo de búsqueda de personas. Me topé con respuestas burocráticas institucionales y deshumanizadas cuando lo urgente era la vida de mi papá.
No existió un operativo organizado, ordenado y a conciencia. Pedí más perros de rastreo, ya que sólo llevaron dos, y no lo creyeron necesario, pedí comenzar la búsqueda más temprano cada día y no lo creyeron necesario, pedí más personal y más herramientas de búsqueda y tampoco lo creyeron necesario.
Mientras tanto, mi papá podía estar en el monte, perdido, sin agua ni comida, con los minutos contados. Estoy convencido que cada decisión que ‘NO’ tomaron, cada hora que dejaron pasar, pudo haber sido la diferencia entre la vida y la muerte.
Un párrafo especial se merece nuestro fiscal Bautista Méndez a cargo de la causa, quien no supo nunca que hacer, contradiciéndose constantemente con la policía y mostrando una vergonzosa falta de profesionalismo entre otras cosas. Nunca autorizó una búsqueda real, nunca dispuso de los efectivos necesarios, nunca hizo uso del poder que la ley le otorga para estos casos. Nos dejó absolutamente solos a mí y a mi familia. Y con su inacción vulneró por completo nuestros derechos.


# Optimismo
Y así, en absoluta soledad y con el corazón en la mano, comenzamos una búsqueda casera. Fuimos sus hijos quienes nos organizamos junto a algunos vecinos y dos policías, sin herramientas, sin la vestimenta adecuada, sin la experiencia, pero con la absoluta convicción de que, si no hacíamos nosotros, nadie lo haría. Mientras las autoridades se excusaban, fue la gente común la que salió al monte, la que caminó, la que grito mil veces su nombre y nunca se rindió.
Aún no me rindo en esta búsqueda, porque mi papá no puede ser un desaparecido más, porque esté donde esté, merece un lugar donde descansar y nosotros, su familia, tenemos derecho a la verdad, a una despedida digna y a nuestra paz emocional.
Quiero agradecer especialmente a Perros Detectores K9 de Punta Alta, a cargo de Lucas Maciel, por ponerse al hombro nuestra búsqueda, con absoluto profesionalismo y un costado humano muy grande.
A los medios de comunicación locales y de 25 de Mayo, ciudad donde resido desde hace 16 años y al intendente de General Acha, Abel Sabarots, por la ayuda otorgada siempre que la hemos solicitado y por el permiso otorgado para colocar una placa (foto adjunta) en memoria de mi papá al cumplirse un año de su increíble e intrigante desaparición.

