Opinión | Filijeiters - Baires Centro

Por Guillermo F. Cuattrini

Una nueva tribu en la inhóspita tierra de las redes sociales.

Una de las acepciones de la Real Academia Española para la palabra “filisteo” es: “Adjetivo. Despectivo. Dicho de una persona: Cerrada a la innovación artística y cultural.”

Mientras que un “hater”, según Fabián Coelho, (léalo burdamente como “jeiter”, sustantivo del idioma inglés, que se podría traducir como “odiador”), es una persona, que dentro del ámbito de las Redes Sociales (RRSS), muestra sistemáticamente actitudes negativas u hostiles ante cualquier asunto. (1)

Para ampliar más el uso de la palabra “Filisteo”, citamos al filósofo Pablo Scotto de la Universidad de Santiago de Compostela, que opina: “esa definición (por la de la RAE) no capta el significado profundo de esta palabra, porque filisteo no quiere decir simplemente ignorante. Un filisteo es un ignorante, sí, pero curiosamente es un tipo de ignorante que puede saber o conocer muchas cosas: es una persona engreída, llena de sí misma, que además es hostil hacia toda forma de comportamiento desinteresado.” (2).

El filósofo español Antoni Domènech, define: “Filisteo es, en general, quien se niega a reconocer que pueda haber acciones humanas con valor por sí mismas, cualquiera que sea el resultado de ellas.” (3)

Dice Coelho, licenciado en letras: “El término “hater” se ha popularizado con el auge del internet para designar a aquellos individuos que, para expresarse sobre cualquier tema, se valen de la burla, la ironía y el humor negro. Los haters son definidos como cínicos hostiles; son desconfiados y desdeñosos, con disposición para la agresión, de allí que su actitud pueda, en ocasiones, llegar a la ofensa. Les gusta pensar que el único razonamiento correcto es el suyo, y que los demás están siempre equivocados. A los haters les gusta llevar la contraria, ser provocadores y políticamente incorrectos, pero por lo general procuran hacerlo con ingenio.”

Este escrito, trata de describir comportamientos combinados por personas, a las que arbitrariamente llamaremos Filistijeiters, y cuyo comportamiento consiste en atacar instituciones y/o personas que no persiguen fines lucrativos.

Podríamos decir que el Filistijeiter, es una versión “mejorada” y específica del hater normal (a pesar de que el ingenio no parece destacarse), opina desde la comodidad de su hogar, con desprecio por el comportamiento desinteresado. Desde una óptica impoluta, propia de aquel que no se molesta en colaborar con nada, un poco por incapaz, algo por holgazán y también por cobarde. Siempre resalta que el único accionar completamente válido es él que el mismo, planifica, diseña y ejecuta.

El voluntariado, u otras formas de comportamiento altruista, pueden ser formas muy potentes de compromiso con la sociedad, de aprendizaje, de camino vital, una fuente de felicidad y plenitud para la vida, dicho esto por las personas que lo practican. El Filistijeiter niega esa fuente de felicidad, así como niega el mero deseo de satisfacer la curiosidad como uno de los impulsos más potentes que mueven el conocimiento humano, como ya lo sostenía Aristóteles.

El filisteo-odiador, asocia los comportamientos altruistas, con intereses subyacentes. Pero por supuesto, aunque esté convencido de que la situación es exactamente la que el percibe, no estará dispuesto a realizar las acciones que permitan revertirla, la pereza y la falta de compromiso, harán que sólo quede en un cobarde y vacuo ataque, hecho con la distancia de seguridad que ofrece la tecnología. Las RRSS, son el ambiente que beneficia el crecimiento de estos ejemplares, brindan un universo paralelo, un entorno de interacción social, donde se vive una metáfora del mundo real, sin los límites que implican una interacción real.

¿Qué motiva ese comportamiento? ¿Son útiles a la sociedad? ¿A quiénes favorecen los espacios que dejan las personas de bien ante el acoso de estos personajes?

Desde luego, este escrito sólo pretende servir como guía para encontrar esas respuestas de manera colectiva, y desarticular las conductas de odio y crítica vacía, para transformarlas en conductas de responsabilidad social, y de genuina participación.