Carnaval de 25 de Mayo: Ahora sí, dos años después

Municipios

Por Camila Torrilla Zuffanti. Redacción para Baires Centro

El frío se podía sentir desde tempranas horas del día, pero el sol en lo alto auguraba lo inminente. 

Los dos años de espera, las expectativas que esto generaba en el público y cada uno de los protagonistas, circulan, se instalan, y el clima se vuelve cada vez más liviano. 

Nada malo puede pasar, porque hoy vuelve el carnaval. 

Las ubicaciones vendidas, las sillas y mesas en su lugar, todo se prepara para recibir el fuego. Los pibes y pibas en cada uno de los bunkers se preparan. «¿Quién me maquilla?», «¿A qué hora salimos? «, «¿El gibré quién lo tiene?», «¿Alguien me puede ajustar la faja? » son algunas de las frases que se pierden entre todo lo que circula. Arreglos de último momento. Pegamento, hilos y agujas, strass, falso strass, las últimas piedras, el elástico, las pestañas postizas, y nervios. Mucho nervio. 

El fuego de la parrilla en las cantinas, el aceite de las papas fritas y los freezers llenos. 

El público empieza a llegar de a montones. El frío parece no existir. Abrigo y barbijo, nada importa hoy, vuelve el carnaval. 

Dos años. Dos años. 

Los muchachos de Fiebre de Carnaval entrevistan al público, entretienen a los «caídos de la cama» y los más pequeños preparan las alas para dar inicio. Mientras la multitud entra, los nenes y las nenas abren la pasarela más importante de la Provincia. Un ritmo pegadizo que inunda todo el corsódromo es cortado por el retumbar de los primeros tambores y los corazones sólo pueden repetir al unísono: «Dos años, dos años». 

La Escuela Municipal del Carnaval genera el impacto en el público y calienta motores. Las nenas bailando al frente y atrás la batucada hace vibrar el pavimento. 

Unos minutos después, abre ella: La primera de las 5 joyas, el fuego que no se apaga, la campeona saliente: Mirú Mirá. 

La voz reconocible de Viviana despierta algo familiar que no se encuentra en todos lados. 20 años, nos había contado minutos atrás, 20 años en el carnaval. Abre el Ave Fénix, el fuego que renace de sus propias cenizas. Una carroza de Argentinos que deslumbra a quienes están acostumbrados y a quienes no, como el sol mismo. 

Y así transcurre Mirú, con su alegría y ritmo característico mueve a la hinchada hambrienta que late en sincronía. Vivi mientras tanto regala barbijos. ¿Y qué otra cosa si no? Algunos trajes de años anteriores y una canción conocida hace que el público entre de lleno: «Dicen, dicen, diceeeeeen… » y el swing característico de la música mirunga irrumpe como torbellino.

Dos años, pienso. Dos años. 

Pasa la segunda joya. Los tambores no se vuelven costumbre, no hay forma que cansen. El público acompaña con las palmas en el palco y hace su entrada Maimará. La percusión es un sentimiento, la fuerza que nos lleva a lo instintivo, lo animal, el carnaval como ritual. Un motivo egipcio a la vista y el baile de Pili que cautiva a quien mire. 

Ahora sí. La maleza que creció en estos años de espera de a poco parece nunca haber existido, como si la pandemia hubiese sido ya el recuerdo de un recuerdo. Algo lejano. 

Llega ella, la tercera joya. El entusiasmo: Así Así. Y la realidad entra como un tsunami. Hoy no estamos todos. 

La voz ya familiar del Kelu nos recuerda entre la fiesta y el baile, que: bailamos, damos todo, pero no por la copa, bailamos por los que hoy no están. El nombre de Titina resuena y esta luna se la dedican a ella. 

Lejos de entristecer, esta salvedad hace que seamos conscientes de dónde estamos, del recorrido. 

Y sí. Otra vez algo adentro late: Dos años, dos años. 

Un repaso de sus mejores momentos: Así así abre con Ángeles y Demonios, su historia marca la pasarela, algunos trajes reconocibles de años anteriores, un versito conocido «Una manito así, la otra manito así…» y el público no pide más, con eso alcanza para la fiesta. El entusiasmo y la diversidad es la huella característica. Nola supervisa todo con su ojo clínico (con el saco de Kelu encima) y mira al público en busca de complicidad. Sí, Nola, un año más. 

Pasa Así Así y los ánimos están en su mejor punto. Las cantinas ya no dan abasto, las gradas llenas y el público no contiene más la emoción. El frío… ¿Qué frío? 

La cuarta y anteúltima de las joyas: Emperatriz. 

El ballet de adelante en blanco y negro. Bombo, redoblante, la pasista principal que se mueve entre los músicos, con una tribuna ya caldeada que acompaña sin problemas. 

El final con broche de oro y la música de la quinta joya carnavalera se hace presente y resuena por los altoparlantes: «Abran paso que llegó Burucuyá».

La música con la voz de la nueva leyenda burucuyana, Axel Javier, interpreta los pedidos del público con sorprendente precisión porque claro, nadie quiere que se termine el carnaval. Hace su paso la histórica y deja varios momentos para recordar. La carroza de la Capilla con el brillo y el color, y «El Centro» retumba y mueve un público que todavía parece tener ganas de seguir. 

Va llegando el final y la última escuadra de Burucuyá se mezcla con algunos entusiastas que niegan lo i

inevitable, y siguen bailando hasta que les corten la música. 

Finalmente la música se apaga, la gente comienza a dirigirse hacia la salida. Hasta la próxima luna nos decimos sin decir, a la misma hora en el mismo lugar. Y en cada uno de ellos creo identificar la misma pregunta: ¿Cómo pudimos aguantar 2 años sin esto? 

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